Por Juan Sánchez-Mendoza

 

La diferencia de opiniones, filiación política y grupos de amistades, como la diversidad en su actuación pública, no significa que termine una relación.

Y menos, cuando ambas partes han compartido fraternalmente el éxito o sinsabores.

Hay, sin embargo, quienes suponen que la camaradería entre Edgardo Melhem Salinas y Manuel Muñoz Cano terminará con la renuncia de éste al Partido Revolucionario Institucional (PRI), precisamente cuando el dirigente estatal hace esfuerzos tratando de inyectarle vida al membrete.

Creo, sinceramente, que se equivocan quienes consideran que hay un rompimiento entre ambos, pues cada individuo es libre de jalar para donde quiera.

El hecho de que Muño Cano haya renunciado al PRI, nada tendría qué ver con la actuación del ríobravense al frente del tricolor estatal.

¿O me equivoco?

Con ambos coincidí en cabalgatas y cacerías, acompañados de Juan Antonio Montoya Báez, ’El compadre’ de los tres, quien puede certificar la camarería entre Melhem y Muñoz.

Así que no hay que buscarle tres pies al gato.

Manuel, como muchos ex priistas, renunció a su militancia convencido de que el tricolor ya nada tiene qué hacer, por falta de inclusión en labores del partido, mientras Edgar asumió un reto: reinventar al PRI en el estado.

Eso no significa que dejen de ser amigos.

Y menos que Manuel haya pretendido, con su dimisión (en pleno XCIX aniversario del tricolor), causarle malestar a Edgar.

Lo cierro es que Muñoz Cano ya se fue del partido encabezado acá en Tamaulipas por Melhem Salinas.

Pero seguro estoy que ambos seguirán siendo amigos. Por siempre.