Por Eusebio Ruiz Ruiz 

 

Estamos por iniciar un nuevo año escolar, las circunstancias actuales lo dificultan, no son fáciles las actividades escolares en el contexto en el que nos encontramos. Hoy, los padres de familia deben de brindar un mayor apoyo para que sus hijos sigan estudiando y avanzando. 

Dos de las muchas y muy variadas cosas que se deben de cuidar en la familia son la valorización de los logros realizados por los hijos y el tiempo –en cantidad y calidad– que se les dedica a ellos. 

Con la intención de que reflexione sobre estos dos aspectos, lo invito a que lea con atención lo siguiente, le ruego que no se quede en la reflexión, sino que trascienda a la práctica, de esta manera hacemos algo por nuestra familia y también por la sociedad en la que vivimos. 

En la pequeña obra titulada ‘El tiempo de papá’ se lee: 

“Me saqué dos dieces hoy”, dijo el pequeño. Su voz estaba llena de gozo. 

El padre bruscamente preguntó: “¿Por qué no sacaste tres?” 

“Mamá, ya he lavado los trastos”, gritó la niña desde la puerta. 

Su madre bruscamente dijo: “¿Barriste el piso?”. 

“Corté el césped”, dijo el chico alto, “y guardé la podadora”. 

Su padre le preguntó, encogiéndose de hombros: “¿Le limpiaste el lodo?”. 

Los niños de la casa de al lado parecían felices y contentos. 

Las mismas cosas sucedieron ahí, pero ocurrieron así: 

“Me saqué dos dieces hoy”, dijo el pequeño. Su voz estaba llena de gozo. 

Su padre dijo con orgullo: “Fantástico, estoy feliz de que seas mi hijo”. 

“Mamá, ya he lavado los trastos”, gritó la niña desde la puerta. 

Su madre sonrió y dijo suavemente: “Cada día te quiero más”. 

“Corté el césped”, dijo el chico alto, “y guardé la podadora”. 

Su padre respondió lleno de gozo: “Me diste un día feliz”. 

Tus hijos –niños, adolescentes o jóvenes– se merecen un pequeño elogio por las tareas que hacen. 

Una canción de Harry Chapin dice: 

Mi hijo nació hace pocos días; vino al mundo en la forma normal. Pero yo debía tomar aviones y pagar cuentas, aprendió a andar durante mi ausencia. Y ya hablaba sin que yo me hubiera dado cuenta. Y cuando iba creciendo decía: “Yo voy a ser como tú papá; ¿sabes?, seré igual a ti”. 

“¿Cuándo vuelves, padre?” 

“No sé todavía…  pero cuando vuelva estaremos juntos, juntos y felices ese bello día”. 

Cumplió los diez años hace pocos días. 

Dijo: “Gracias por esa pelota, papá. Vamos a jugar. ¿Tú me enseñarás?” 

Contesté: “Otro día; hoy tengo mil cosas que hacer”. 

“Está bien”, dijo el chico y se fue alejando con una sonrisa que claramente decía: “Yo voy a ser como tú, papá; ¿sabes?, seré igual que tú”.  

“¿Cuándo vuelves, padre?” 

“No sé todavía… pero cuando vuelva estaremos juntos, juntos y felices ese bello día”. 

Volvió del colegio hace pocos días, es todo un hombre. 

Yo le dije entonces: “Hijo, estoy orgulloso de ti; siéntate un momento”.  

Movió la cabeza y contestó sonriendo: “Préstame más bien las llaves del auto; nos veremos luego”. 

“¿Cuándo vuelves hijo? No sé todavía… pero cuando vuelva estaremos juntos, juntos y felices ese bello día”. 

Ya me he jubilado, mi hijo se marchó. 

Le telefoneé hace pocos días: “Me gustaría verte, si puedes venir…” 

“Si tuviera tiempo, sí, me encantaría, pero en el empleo estoy ocupado, los niños malitos… Me alegro de haber hablado contigo, papá”. 

Cuando colgué el teléfono pensé: Ha crecido y actúa como yo; sí, mi hijo “es igualito a mí”. 

“¿Cuándo vuelves hijo?”. 

“No sé todavía…  cuando vuelva, padre, estaremos juntos, juntos y felices ese bello día”. 

La familia es la célula básica de la sociedad, lo que se hace a favor o en contra de ella repercute positiva o negativamente en la colectividad, trabajemos juntos, padres y maestros, en la educación de los niños y jóvenes de nuestro país. 

“La educación os hará libres”, dijo el escritor cubano José Martí.