Opinión pública

Por Felipe Martínez Chávez

 

En los últimos tres días he recordado a mi maestro de Deontología en la carrera de Comunicación y Periodismo en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Don Víctor Manuel Sánchez Steinpreis, egresado de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, es hoy maestro emérito de la (privada, derechista, católica) Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, creada a mediados de 1973 para detener el avance de los ‘revolucionarios’ en este país.

En su día a día del (noveno) semestre, el maestro Sánchez nos inculcaba la ‘responsabilidad social y la veracidad informativa’ en el desempeño profesional.

Creyente, católico, conservador, había formado parte del grupo violento de ultraderecha Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), ligado al célebre YUNQUE y al Frente Universitario Anticomunista, que tuvieron intensa actividad para enfrentar al gobierno izquierdista de Luis Echeverría.

Se les atribuían (nunca lo confirmamos) varios actos terroristas en favor de los reaccionarios.

Un día sí y otro también, en sus colaboraciones editoriales, mi profesor se refería a Fidel Castro como ‘el loco barbón cubano’. Nos decía una cosa y hacía otra.

Hacia finales del sexenio de Echeverría el país estaba dividido y en crisis. Por un lado los guerrilleros que secuestraban a figuras del capital y ‘expropiaban’ bancos para su ‘causa’ –cambiar el sistema político mediante las armas–, y por otro los violentos al servicio de los capitanes de empresa.

Como quien dice, ‘para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo’.

No debemos volver a aquellos tiempos en que el país se dividió tanto y el resultado fue un conflicto –como al que parece nos encaminamos– entre gobierno y dueños del dinero.

La prensa también estaba dividida: Los ‘apapachados’ del sistema y los odiados por disentir. Sin medias tazas, la definición era: ‘Estas conmigo o contra mi’ o ‘no te pago para que me pegues’.

Valga de introducción para lo que hoy comenzamos a ver en las relaciones entre poder y prensa. Se acercan a un límite de intolerancia.

Nunca más deben repetirse hechos como aquel ‘golpe a Excélsior’, un encubierto atentado a la libertad de expresión que acabó con la plataforma periodística más importante de América Latina.

Ya le dimos varias ‘repasadas’ a la nota periodística (y fotos) de El Diario de Juárez y Diario de Chihuahua que tanto indignaron al presidente López Obrador, y no le encontramos ‘ángulo’ de motivación.

El encabezado principal es simple: ‘Prueban con fotos muertes por Covid”, con una ‘bajada’ de “aseguran abogados de médicos que van más de 80 decesos en el hospital 66”.

La nota informativa de la reportera Blanca Elizabeth Carmona sigue ‘arriba’, en Internet. Los editores no se han ocupado de ‘tumbarla’ pese al disgusto que generó en los niveles de Gobierno.

En estricto apego periodístico, el contenido se ajusta a la ‘veracidad informativa’ con responsabilidad social: Los datos y fotografías (bolsas que contienen cadáveres) le fueron proporcionadas a Carmona por el abogado de los médicos, Mario Espinoza Simental, quien de paso es presidente de la Asociación de Abogados Penalistas de Ciudad Juárez.

Lo habían contratado tres médicos del IMSS para recibir asesoría jurídica al sentirse en riesgo de contagio, por no contar  con los equipos e indumentaria de protección contra el covid.

Las fotografías, según el abogado, se las había entregado el personal del hospital 66 del IMSS (de ahí la marca de agua de que se trataba de exclusivas).

Con estas fuentes informativas ¿cómo iban a pensar la reportera y el medio que les estaban proporcionando imágenes falsas? Venían de una fuente confiable.

¿Qué podían hacer los periodistas para confirmar que no correspondían a instalaciones del nosocomio? Es más, ¿cómo iban a sospechar que eran falsas?. En todo caso el responsable es quien las generó.

El problema es por las fotografías y no el texto. Resultó que fueron tomadas en un país del sur, Ecuador.

Nunca el medio informativo dice que su personal hizo las tomas, sino que se las facilitaron y describe lo que contienen. La prensa no es adivina ni hace milagros. Publicaron lo que les trasmitieron.

Una fuente más es el vicepresidente de la Asociación de Penalistas, José Antonio Navarro. No había manera de desconfiar.

En modesta opinión, de darse un procedimiento sancionador civil, sin intervención de la secretaría de Gobernación, los editores habrían resultado sin culpa.

Tal vez por eso el presidente López Obrador los ha ‘perdonado’.

Un segundo ‘perdón’ presidencial es para Javier Alatorre, de Televisión Azteca. Lo ‘regañaron’ por decirle al pueblo de México que ‘no haga caso’ al Subsecretario responsable de combatir el covid en México.

Sería muy grave que llamara a la desobediencia. La verdad es que ‘le dieron montón’. No se pasó de ‘tueste’ ni llamó a las armas y a ponerse en contra del sagrado Gobierno.

En su trasmisión noticiosa, solo dijo que no hay que creer las cifras de muertos que –allá mismo en Chihuahua– proporciona el sector Salud, que son más los difuntos tal y como lo afirma el gobernador Javier Corral.

El día que llamen a desobedecer las medidas de emergencia contra el coronavirus, ese día sí hay que meter al bote a Javier Alatorre y a los jefes de Diario de Juárez y Diario de Chihuahua ¿no cree usted?.