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Por Carlos López Arriaga

 

Noticia mayor este fin de semana: el Gobierno de AMLO y las administraciones estatales panistas lograron superar divergencias y ya tendrían un acuerdo de principio sobre la operatividad del flamante Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI).

Se demuestra con ello que la pluralidad partidista, lejos de obstaculizar, permite construir consensos a partir de la expresión abierta y respetuosa de sus divergencias.

Resultaba, pues, que los mandatarios albiazules tenían otra visión de las cosas, la hicieron pública, se organizaron para defenderla y sobre ese principio trabajó la negociación con el gobierno de MORENA.

Contrapeso habemus. Se confirma lo dicho en este espacio hace unos días. El verdadero músculo del PAN no está ni en sus fracciones parlamentarias ni en su Comité Ejecutivo Nacional, sino en sus gobernadores.

Algo equivalente al PRI en los tiempos de Fox y Calderón. Su ‘punch’ descansó en las capitales estatales y no en Insurgentes Norte, ni en las sedes parlamentarias.

Desde luego, para el Gobierno obradorista habría sido más cómodo aterrizar su decisión en toda las geografía nacional sin encontrar resistencia.

Sin embargo, la inconformidad de autoridades regionales hizo aflorar inconsistencias, contradicciones, verdaderas lagunas en el planteamiento inicial del INSABI que debieron ser abordadas y subsanadas, así fuera de palabra.

Un viejo adagio epistemológico advierte que ‘las cosas no existen hasta que las nombras’.

No se refiere, desde luego, a su existencia objetiva, sino al lugar que deban ocupar en el mapa mental de quien opera problemas y soluciones.

Por ello resultaba urgente señalar que el planteamiento original no garantizaba la atención de tercer nivel que el viejo modelo del Seguro Popular solía cubrir en los 66 padecimientos reconocidos por el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos.

Sin este fondo, al dolor por la enfermedad de los seres queridos se sumaría la devastación del patrimonio familiar ante el alto costo de medicinas y tratamientos.

Desde su trinchera, el obradorismo argumenta con suficiente razón que en años anteriores se abusó de dicho fondo, se dispuso sin control, no siempre para la finalidad que fue creado.

En todo caso, el dispendio y el mal uso deben corregirse, sin echar al niño junto con el agua, ni mutilar instituciones, ni hacer pagar a justos por pecadores.

Si falla la vigilancia en la aplicación de los recursos, las medidas correctivas deben enfocarse precisamente en la vigilancia, incrementar los mecanismos de transparencia, dotar de garras y dientes a sus auditores.

Pero de ello a cortar de tajo rutinas ya establecidas con éxito, hay un mundo de diferencia. De aquí la razón de escuchar otras opiniones. La alerta roja que cundió en todo el espectro político.

Para eso hay partidos, poderes oficialmente autónomos y niveles de gobierno donde reina y debe reinar la indispensable pluralidad.

Había optimismo al concluir la reunión del presidente López Obrador con los mandatarios panistas que encabeza el hidrocálido Martín Orozco Sandoval.

Hay coincidencia en instaurar un solo modelo de salud, asumiendo los conceptos de universalidad, progresividad y gratuidad en la atención médica para la población que carece de seguro social.

Por supuesto, aún falta mucho por hacer cuando deban definirse las reglas sobre las cuales habrá de operar la transición hacia el financiamiento de las entidades federativas en los tres niveles, incluyendo los medicamentos gratuitos.

Un servicio de salud ‘de calidad, oportuno y suficiente’, enfatizado semanas atrás por el tamaulipeco Francisco García Cabeza de Vaca.

Se mantiene el control de los estados en hospitales y clínicas. Se abre el camino a la negociación para definir la transferencia de más de 40 mil millones de pesos a las entidades federativas.

Amén de la gratuidad progresiva, se respeta la libertad de los gobiernos estatales en la adquisición de medicamentos. Lo podrán hacer por su cuenta.

Quedaría abierta también la posibilidad de que los gobiernos estatales acepten el esquema de compras consolidadas planteado por el Gobierno obradorista (no sólo en medicinas, en todos los campos).

Hay un mundo de trabajo por hacer. La diversidad de opinión y enfoques no desaparece, la terquedad de AMLO tampoco.

Por lo pronto importa consignar avances, producto del diálogo. En ningún campo conviene la ruptura, mucho menos en el sector salud.

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