Por Eusebio Ruiz Ruiz

 

No tengo idea clara de todas las consecuencias negativas que el coronavirus pueda traer a nuestro país, información la tenemos, sin embargo, no es lo mismo estar informado que experimentar muy de cerca,

o en carne propia, el mal que la pandemia provoca.  

Cierto es que algunas consecuencias ya están entre nosotros, como por ejemplo el no salir de casa, el trabajo en línea, la higiene, etc., pero esto es lo mínimo. De este mal ya podemos ir aprendiendo algo, la vida siempre nos brinda enseñanzas, recibámoslas. 

Como medida preventiva muchos trabajamos desde nuestra casa, algo he aprendido en dos semanas que llevo laborando de esa manera, se lo comparto.

En el siglo XV a.C. el hagiógrafo del génesis escribió: “No es bueno que el hombre este solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”, y Dios creó a la mujer, la gran compañera del varón. 

Pasaron los siglos antes de Cristo y continuaron los posteriores a Él, se llegó el siglo XXI, para ser más precisos, el 9 de marzo del 2020, el día sin mujeres, la ausencia de ellas se notó en muchos lugares, el varón salió a la faena ordinaria, la mujer se quedó en casa, cada uno en donde se encontraba se quedó solo, únicamente quienes pasaron por alto ese día se acompañaron.

Mientras tanto el coronavirus se empezaba a extender por el mundo entero, hoy el Covid-19 nos está gritando que varones y mujeres estemos juntos en nuestra casa. En fin, es una lección muy importante que nos da la vida, no estamos llamados a vivir solos. Vivimos con y para los demás.

El estar juntos en casa debemos aprovecharlo, si el autoritarismo del Covid-19 nos está metiendo por la fuerza al hogar, aprovechemos la oportunidad que la vida nos brinda de unirnos e integrarnos, saquemos el lado bueno de esta experiencia negativa.

Que la pandemia nos lleve a relacionarnos más con el cónyuge y los hijos, no desperdiciemos el tiempo, convivamos, oremos, platiquemos, conozcámonos más, trabajemos, aquietémonos, comamos despacio y disfrutemos el café.  

En muchos casos trabajamos a lo estúpido, y por lo mismo el hogar se vuelve un hotel a donde sólo vamos a dormir, mientras que los hijos se convierten en vecinos de cuarto en ese ‘hotel’, y el cónyuge se va volviendo una persona extraña con la que ya sólo se duerme, una viuda con marido vivo o un viudo con esposa viva.

Que la convivencia y el trabajo con los hijos nos permita darnos cuenta que ellos no necesitan una institución bancaria, ni un cajero automático que arroje billetes, ni una cartera, ni un bolsillo, lo que necesitan es un padre y una madre, no dos personas estresadas, tensas y agobiadas que salen por la mañana y llegan por la noche.

El coronavirus pone en riesgo la salud y la vida de nosotros, si nos dicen que nos guardemos en casa, hagamos caso lo más posible, quizás ya nos hacía falta bajarle la velocidad a nuestra vida carrereada, frenar, hacer un alto, ver el rumbo por donde vamos, pensar en nosotros mismos y en los que tenemos más cerca. La vida nos está enseñando que no somos máquinas de trabajo y producción.

Mientras estemos en esta vida aprendamos todo lo que se pueda, la vida tiene muchas enseñanzas, saquemos el lado bueno, que el tiempo que duremos en casa tengamos el pan de cada día, el sustento necesario y el exquisito pan de la alegría.