Por Carlos López Arriaga

 

Explosivo miércoles en Palacio Nacional. Por primera vez de que tengamos memoria, el presidente López Orador dirige sus críticas a un mandatario priista, anterior a ‘los 30 años neoliberales’.

Nada menos que a Luis Echeverría (un populista químicamente puro), a quien acusó este miércoles de haber instaurado el procedimiento que permite la condonación millonaria de impuestos a la clase empresarial.

La medida se conoce como Consolidación Fiscal. Privilegio que Echeverría concedió para contentar a las cúpulas patronales tras la muerte de Eugenio Garza Sada.

Lo cual significó que durante más de 40 años, los beneficiados han podido deducir impuestos de sus empresas exitosas, con las presuntas pérdidas de negocios quebrantados, a menudo fantasmales, inexistentes.

A este truco se le conoce también como Elusión Fiscal, una forma elegante de evasión, pero con respaldo legal y guantes de terciopelo.

Tal desplante mañanero, amén de representar un nuevo raspón al empresariado regiomontano, se lleva entre las pezuñas a Echeverría.

¿Se recorre hacia atrás el parteaguas histórico?

Mire usted, según la doctrina oficial de Andrés Manuel (su interpretación del mundo que es casi ley), el país se desbarrancó con el empoderamiento de Carlos Salinas, su política neoliberal y la secuela de corrupción y privatizaciones.

Estrategia económica que (según el mismo análisis) seguirían al pie de la letra los señores Zedillo, Fox, Calderón y Peña.

De aquí la operación aritmética que tanto gusta a López Obrador: cinco administraciones, cada una de seis años, equivalen a tres décadas de la etapa corrupta, a la que atribuye toda suerte de infortunios.

 

Umbral a debate

El cálculo está emparentado con un debate polémico que existe desde hace décadas tras bambalinas, entre analistas y académicos: ‘¿En qué momento se jodió México?’.

Sin respuesta unánime hasta el momento, porque cada quien establece esa fecha macabra a su entera conveniencia, según le haya ido en la fiesta.

No son, por cierto, las mismas cuentas de Porfirio Muñoz Ledo, quien considera dicho umbral a partir de Miguel de la Madrid, cuyo arribo al poder calificó en su momento como un ‘golpe táctico’ de ‘grupos oligarcas’.

Diagnóstico cercano al que alguna vez expresó José López Portillo, quien (ya solitario y achacoso en su retiro) afirmó tajante: “fui el último Presidente de la Revolución Mexicana”… ¡Ora pues!…

Y bueno… “el fin del mundo ocurrirá cuando yo muera”, decía el bardo jalisciense Juan José Arreola. O acaso, “cuando salga usted de la nómina”, añadiría Carlos Monsiváis.

En este último punto, Andrés Manuel y Porfirio, aunque diferentes, son muy claros. El arranque formal de la época oscura se ubica cuando quedaron fuera del presupuesto.

Por ello AMLO no critica a De la Madrid, porque entonces todavía era priista y tenía chamba.

Porfirio en cambio, sí incluye a don Miguel, porque fue en su sexenio cuando quedó cesante.

El Gobierno se jode ‘cuando yo quedo fuera del presupuesto’, podrían suscribir ambos.

Ignorando con ello que las traiciones a la Revolución empezaron al momento mismo en que sus próceres se bajaron del caballo.

Y esto va desde el pillaje brutal de Álvaro Obregón a la comedia burlesca de Calles, titiritero de tres gobernantes consecutivos (Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez).

Acaso con el general Lázaro Cárdenas el país haya vivido un respiro de genuina sensibilidad por los que menos tienen. O el contador Ruiz Cortines fuera un ejemplo loable de austeridad republicana.

Pero son los menos. En verdad, más allá de simpatías y agravios, las figuras memorables se cuentan con los dedos de una mano (y, por supuesto, sobran).

 

Mismas mañas

El perdón que personajes como Muñoz Ledo, López Portillo y López Obrador han extendido a los mandatarios previos a Salinas (o De la Madrid, según sea el caso) tiene mucho de coartada y poco de sustancia histórica.

¿Tendríamos que olvidar que LEA y JLP fueron culpables de corruptelas monstruosas, equiparables a las que hoy se atribuyen a Salinas, Fox y Peña? ¿El ser partidarios de Keynes y no de Friedman los hace moralmente mejores, más aptos, honrados, eficaces?

Ni hablar del feroz genocida Gustavo Díaz Ordaz, otro ‘revolucionario’ anterior a la treintena neoliberal, al que la ‘Doctrina AMLO’ sólo alude cada año (y de ladito) durante el aniversario de Tlatelolco.

Y bueno, habrá que estar atentos a la prensa regiomontana que, ante declaraciones así, suele consultar a sus cúpulas, sobre todo cuando va de por medio una referencia al patriarca Garza Sada.

A ver cómo se justifica ‘Poncho’ Romo. Más difícil será obtener una respuesta del propio Echeverría quien, el 17 de enero pasado, celebró sus primeros 98 años, en la madriguera de San Jerónimo.

Santuario tercermundista al que sólo tienen picaporte (amén de familiares y enfermeras) hombres como Augusto Gómez Villanueva y ‘Nacho’ Ovalle, brindando (como manda la costumbre) con agua de Jamaica.

En fecha reciente, generosos reportes de prensa diagnosticaron a Luis plantado en la más serena claridad mental, pese a la rigidez mortuoria que ha observado su rostro desde hace, por lo menos, diez años.

Veremos si le alcanza la voz para aventar (de su cansino pecho) un buen ‘arriba y adelante’ y responderle, como debiera, a su ex pupilo López Obrador.

Buzón: [email protected]

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