Por Fernando Acuña Piñeiro

 

En un momento en que el proyecto obradorista de la llamada Cuarta Transformación atraviesa por su momento más crítico, desde que arribaron al poder en el 2018, todos los legisladores morenistas del país, los del Congreso de la Unión y los pertenecientes a los Congresos locales, publicaron un comunicado, en el cual, afirman, que respaldan al presidente AMLO.

Este cierre de filas se da en el momento en que López Obrador empieza a sufrir un drástico descenso en su popularidad, como consecuencia del desgaste político producto de los embates y críticas hacia su Gobierno, tanto a nivel interior como exterior.

Todo ello ocurre en el complejo escenario del coronavirus, versión México, y sus dos estrategias inconexas que muestran a un gabinete técnico de salud lanzando S.O.S al país. Y al mismo tiempo un Presidente que parece ir en sentido contrario.

Llama la atención este apoyo en masa de la maquinaria legislativa para el Presidente, porque es la primera vez que el caudillo de la Cuarta Transformación requiere una transfusión de sangre política, lo cual nos da una idea más cercana del grado de afectación que está sufriendo la hasta ahora poderosa institución presidencial.

El origen del porqué son los legisladores morenistas los que salen a defender al Presidente, tiene una explicación elemental. Y se debe a que muchos de ellos serán los candidatos a cargos de elección popular en el 2021.

El desplegado donde expresan su respaldo total hacia AMLO, envía una lectura inequívoca y preocupante: Si se hunde políticamente  el Presidente, se hunde MORENA; y por añadidura todos los demás proyectos que de ella se deriven podrían contagiarse. La decepción colectiva puede cundir a la manera de la pandemia.

Estos son los principales riesgos que se corren en un régimen como el obradorista, donde la gigantesca y pesada influencia del caudillo opacó a su propio partido, y a su mismo gabinete federal. Desde su inicio en el 2018, ha sido tan fuerte la influencia de Andrés Manuel que pareciera gobernar solo, y sin gabinete, pues son muy pocas las secretarías de Estado que despiden luz propia. La mayoría nadan de a muertito.

Algo similar sucede con los equipos que dependen de una figura estelar, mientras que lo contrario sería un Gobierno donde el poder se delega y no se concentra en una sola persona, como es el caso.

En la antesala de la recesión mundial, y con la espada de las calificadoras lanzando sus amenazantes predicciones sobre la temblorosa economía de la República, en plena curva del coronavirus exponencial, acaban de encenderse los focos rojos de la 4T:

“Las y los legisladores simpatizantes de la Cuarta Transformación, manifestamos nuestro respaldo y nuestro reconocimiento al Gobierno de México, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, por la actuación responsable y oportuna para cuidar la salud de las mexicanas y los mexicanos, así como la salud de la economía nacional, frente a la compleja situación provocada por la epidemia del Covid-19”.

Esto es lo que dice el primer párrafo de lo que se interpreta como un espaldarazo parlamentario, a la vieja usanza del priismo fundacional.

La supeditación incondicional al Ejecutivo, por parte de los 634 legisladores y legisladoras, es apresurada, prematura, y constituye una falta de respeto a la sociedad mexicana.

En lugar de practicar la sana distancia, que es lo más saludable en estos momentos, la mayoría legislativa del morenismo se funde en un abrazo devoto con el presidente AMLO. Un abrazo político que a nadie beneficia, porque mientras las élites obradoristas le queman incienso al presidencialismo, literalmente, la salud de la República empeora.

De esta manera los senadores, diputados federales y los legisladores  de los congresos locales de la 4T, desdeñan la oportunidad histórica que tienen de exigir una mayor responsabilidad a su propio Gobierno.

Es así como la República navega en medio de la tormenta del coronavirus, bajo una visión unilateral y un estilo personal de gobernar.

Esperemos que acierte, porque si se equivoca, va a perjudicar mucho al país.