Nueva York. La obra política del proceso del impeachment abrió al público con proclamaciones de que se está atestiguando historia por ser apenas la cuarta vez que un presidente enfrenta un proceso de formulación de cargos para su destitución, en un día que fue más un concurso entre legisladores demócratas y republicanos para controlar la narrativa ante el gran auditorio, que una investigación sobre el abuso de poder de Donald Trump.
La primera audiencia pública del proceso del impeachment (después de casi dos meses de sesiones a puerta cerrada) en 20 años se transmitió en vivo por televisión, radio y portales de medios nacionales por más de cinco horas, durante las cuales millones de personas vieron/escucharon cómo los 22 integrantes del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes –13 demócratas y nueve republicanos– presentaron sus argumentos mientras interrogaban a los primeros dos testigos de esta fase pública.
Comparecieron el subsecretario asistente de Estado, George Kent, y el embajador interino de Estados Unidos en Ucrania, William Taylor, quienes repitieron en gran medida lo que habían ofrecido en las sesiones privadas previas, ofreciendo testimonio sobre cómo Trump y su gente buscaron presionar al presidente ucranio al retener asistencia militar por casi 400 millones de dólares y una visita a la Casa Blanca, hasta que anunciara la apertura de investigaciones contra Joe Biden, precandidato presidencial demócrata y principal rival electoral, y su hijo Hunter, y otra pesquisa contra el Partido Demócrata.
Más aún, Kent abundó sobre cómo el abogado personal de Trump, Rudolph Giuliani, operó un canal irregular entre Washington y Kiev, infectando así la relación con Ucrania.
La única nueva revelación la hizo Taylor, quien comentó sobre una llamada telefónica entre Trump y su embajador en la Unión Europea (y donante) Gordon Sondland, quien después de colgar comentó a un asistente de Taylor que al mandatario le interesaba más el asunto de Biden que cualquier otra cosa con Ucrania, lo cual dio nuevos elementos para confirmar que Trump estaba personalmente involucrado en el llamado quid pro quo.
Tal vez lo más importante del día para los demócratas fue la presencia de los dos diplomáticos veteranos, con décadas de experiencia, y uno de ellos, Taylor, veterano de guerra condecorado, como testigos de gran credibilidad y que hacían difícil la tarea de los republicanos de generar sospechas sobre sus motivaciones o para descalificarlos por alguna razón.
Eso no impidió que lo intentaran. De hecho, los republicanos, apegados a su guion, insistieron en que Trump no cometió ninguna violación que amerite la destitución de un presidente y denunciaron que los demócratas estaban usando a la burocracia politizada dentro del gobierno para promover todo este proceso parcial e injusto para derrotar de manera ilegítima al presidente.
En sus intervenciones denunciaron que los demócratas no habían permitido que testificara el denunciante anónimo cuya queja formal detonó la investigación y el comienzo de todo esto, como dijo uno de ellos. Pero un representante demócrata reviró: a mí me gustaría que testificara la persona que empezó todo esto. El presidente Trump es bienvenido a sentarse ahí, en la mesa de testigos, provocando la única risa de esta sesión en la sala.
Por su parte, el presidente aseguró repetidamente que estaba demasiado ocupado como para ver las audiencias, aunque no se aguantó las ganas de enviar unos tuits comentando sobre lo que estaba ocurriendo, y denunciando el proceso como una farsa y una broma.
Antes del inicio de la sesión, Trump tuiteó: Están intentando frenarme, porque estoy luchando por ustedes. Y nunca dejaré que eso ocurra. Más tarde negó todo conocimiento de la llamada revelada ayer, mientras se dedicaba a atender la visita oficial del presidente de Turquía, Tayyip Erdogan.
Algunos señalan que lo más peligroso para Trump en esta coyuntura es que el elenco de personas que se presentan como testigos formales o que podrían colaborar en el caso en su contra, son diplomáticos, agentes de inteligencia, militares y ex funcionarios de la Casa Blanca que han sido directa o indirectamente atacados u ofendidos por él durante su gestión.
La periodista veterana Elizabeth Drew comentó: “yo cubrí el impeach-ment de Nixon, y aunque Trump es teóricamente culpable de delitos más serios, hay algo notablemente parecido: ambos se meten en problemas más graves por fracasar en reconocer límites sobre buscar venganza contra opositores políticos”.