Por Juan Sánchez-Mendoza

 

El movimiento ‘Un día sin mujeres’, que este día tiene lugar en todo el país, quizá no alcance el objetivo marcado por sus coordinadoras, pues miles de féminas, aunque comparten la protesta, temen que al faltar a su trabajo, si bien les va, les descuenten el día, aunque muchas han sido amenazadas ‘veladamente’ con la recisión de sus contratos.

Sobre todo en la industria y centros comerciales, ya que la ‘usura’ está en contra de la alzada por considerar ésta un atentado en contra suya y de sus capitales, por supuesto.

Más cuando prácticamente se ‘oficializó’ el movimiento, a partir de que la administración pública les ‘autorizó’ ausentarse de sus centros laborales; y los partidos tanto como sus mandatarios, alcaldes y legisladores, hicieron de esa agitación una de sus banderas.

Sin embargo, hay organizaciones feministas que, a través de las redes sociales, se deslindan de toda relación con el Gobierno y sus amanuenses, pues precisamente ésa protesta encuentra fundamento en la reprobación al sistema nacional de seguridad, que no ha sabido salvaguardar la integridad de las ciudadanas.

Desde infantes, niñas, adolescentes y adultas (incluyendo a las señoras de la tercera edad).

El reclamo de las féminas es legítimo y apegado a Derecho.

No sólo por su calidad de damas, sino por ser el núcleo poblacional de mayor envergadura al superar la población de varones.

Representan el 51.3 por ciento, según las cifras que ofrece el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

De ahí que en su cometido persigan:

a) Refrendar el peso social que tienen en México; y

b) Exigir políticas públicas que frenen la violencia de género.

Por ello su propuesta de que hoy ninguna mujer asista a trabajar, ni en el sector público o e privado; que no hagan labores domésticas, no vayan a la escuela y no salgan a la calle.

Fundamentan su protesta en cuatro puntos.

1) Feminicidios: En 2019 se reportaron 2 mil 825 asesinatos a mujeres en todo el país. Y de estos mil 6 fueron tipificados como feminicidios por las autoridades, según información del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública en enero del año en curso.

2) Impunidad y acceso a la justicia: En el país hay alrededor de un 99 por ciento de impunidad en casos de violencia contra las mujeres. Esto porque los delitos sexuales contra las mujeres mayores de 18 años llegan muy rara vez a la justicia.

3) Brecha de género y desigualdad: A pesar de que son mayoría en todo el país, las damas tienen menos acceso a la educación y al trabajo que los varones, como se plasma en una encuesta nacional sobre discriminación del Gobierno federal.

4) Acoso: La violencia sexual contra las mujeres es mucho más grave que contra los varones, según refleja la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana de 2019, por lo que las mujeres son más vulnerables a los delitos sexuales en México.

Las estadísticas no mienten.

Y las protestantes tienen razón, aunque hay misóginos que rehúsan el movimiento; explotadores que lo rechazan y políticos que, de ésa asonada, quieren sacar ‘raja’ al promocionarse como simpatizantes de la causa.

Por tanto, el parámetro de la protesta no debe medirse por la ‘facilidad’ que el sector oficial le dio –autorizando la falta al trabajo y la escuela–, sino en base a la caída de actividades de las mujeres en todos los rubros.

Sean laborales, educativos, domésticos o de cualquier otra índole.

Sobre todo cuando provenimos de la mujer.

A ella debemos la vida.

La reproducción.

El amor…

Benditas sean.

Por cierto..

A cambio de acreditar asignaturas, hay estudiantes de educación superior y preparatorias que aceptan tener relaciones sexuales con sus mentores.

Pero esta práctica no es nueva. Siempre ha existido, violentando todo derecho humano, ya que las víctimas por miedo a ser reprobadas acceden a los bajos instintos.

En la administración pública, el abuso es más terrible, todavía, pues a las empleadas (‘gordibuenas’), sus jefes, regularmente, las obligan a tener relaciones sexuales, bajo el rollo de protegerlas para no ser cesadas.

Obviamente, hay incautas que acceden a sus caprichos. No sólo para conservar la ‘chamba’, sino esperanzadas en una promoción que jamás les llegará, pese a su entrega.

De buena fuente sé que el acoso sexual se practica cotidianamente. Y no sólo en las áreas educativas o laborales, pues igual ocurre en la calle u otros espacios (cerrados).

A mi correo electrónico han llegado múltiples denuncias de féminas que se han opuesto a participar en las bacanales de funcionarios.

Y, por respeto a su privacidad, omito pormenores.