Por Clemente Castro González

En el debate en el que participaron los presidenciables, CLAUDIA SHEINBAUM PARDO, XÓCHITL GÁLVEZ RUIZ y JORGE ALVAREZ MÁYNEZ, se impuso la lógica. Una puntera que administró su ventaja; una opositora que trato de repuntar mediante la actitud de choque y un colero que quiso venderse en calidad de representante de las nuevas generaciones pero le falta encanto y jovialidad
Lo que se vio es que CLAUDIA evitó caer en la provocación y se dio tiempo para responder a una que otra pedrada que le lanzó su adversaria para tratar de llevarla a sus terrenos “naturales”.
En esencia la abanderada de la coalición Sigamos Haciendo Historia se mostró ecuánime, propositiva y presta para defender los logros de la gestión del mandatario, ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
Igual fue reiterativa al referir lo realizado por la administración que lideró en la Ciudad de México (CDMX).
Habló de programas específicos que dieron resultados, entre estos el de la aplicación de la moderna tecnología para hacer efectiva la transparencia y gestión, en bien de sus gobernados, así como lo llevado a cabo para combatir feminicidios y la violencia en general, en contra de las mujeres. Y para coronar parte de su narrativa dio lectura a una lista de premios obtenidos en su mandato, algunos de trascendencia internacional.
Queda claro que la candidata de Morena, PT y Verde Ecologista va para el mismo rumbo que LÓPEZ OBRADOR pero con su forma y estilo.
Interesante resultó que XÓCHIL no solo apruebe lo de la política social de AMLO sino que sostenga que hará mayor inversión en esa vertiente.
Por supuesto que primero tendrá que ganar y para eso debe convencer al electorado, tarea nada fácil dados los negativos que se carga la senadora con licencia y el PRI, PAN y PRD, partidos que la respalda.
Aunque seguidores fundamentalistas y una que otra encuesta ligada con el PAN señale que GÁLVEZ RUIZ ganó el debate, el común de los mortales, analistas sensatos y encuestadoras serias establecen que no fue así.
Lo que si hizo la candidata de Fuerza y Corazón por México fue mostrar sus carencias y pobre nivel para el debate de altura.
En cuanto a ALVAREZ MÁYNEZ, es evidente que hizo lo que puede pero no deja de ser el rival más débil.
Su perorata estuvo lejos de motivar y convencer y cuando quería llamar la atención de sus adversarias, para subirse al ring, ellas simplemente lo ignoraron.
Habría jalado más audiencia el rollo irreverente, con tono regio, así fuera hueco en contenido, del influencer gobernador, SAMUEL GARCÍA SEPÚLVEDA.
Ese al menos dice con gracia ese rollo de la nueva política vs la vieja política.
Veremos si el próximo debate, que se efectuará el domingo 28 de abril, les trae “mejor suerte” a JORGE y XÓCHITL.
RULETA
Los debates son un formato que, bien llevados, permite a los ciudadanos conocer más a quienes participan en éstos; sus propuestas, capacidad de exposición de temas, nivel de profundidad, experiencia para el manejo de la replica e inteligencia al revirar de manera pronta, coherente y certera.
Se trata de un evento que es producto de la democracia, mediante el cual se hace efectiva la pluralidad al propiciar la contrastación abierta de ideologías y proyectos, en base a un protocolo consensuado.
Y si bien lo fundamental son quienes debaten no es cosa menor la selección de los personajes que tienen la responsabilidad de llevar a cabo la conducción porque deben mostrar su profesionalismo e imparcialidad a la hora de hacer preguntas y dar la palabra a los participantes.
Aún cuando haya desniveles entre los contendientes y ataques directos, en ocasiones agresivos, este tipo de formatos es el adecuado para que los destinatarios de los mensajes afiancen sus afinidades o las modifiquen.
En México tal ejercicio se da en las contiendas electorales y aunque es limitado se espera que, en los años por venir, se amplíe la práctica de los mismos.
Recordemos que la ley electoral solo obliga a debatir a los candidatos a la presidencia de la República y los aspirantes a gubernaturas.
Por eso hace falta modificar la legislación para que también estén obligados a debatir los candidatos a senadores, diputados federales y locales y a presidentes municipales.
Es una asignatura pendiente para los legisladores, la cual deben atender si se precian de demócratas y están comprometidos con los ciudadanos.
Lo mejor para tener una población participante es que eleve su grado de conciencia y a eso contribuye el estar informado de primera mano.
De lo que se trata es de que el ciudadano vaya a las urnas de manera razonada, a partir de lo que, en su momento, escuchó de los contendientes, más allá de la propaganda y la guerra sucia.
Cierto que se corre el riesgo de que los debates deriven en descalificaciones y desinformación pero, al fin de cuentas, la credibilidad, verdad y buen juicio terminan por sobresalir.