MEXICO CITY, MEXICO SEPTEMBER 16: Fireworks explode at the Mexico City Zocalo during the anniversary of the 'Grito de Dolores' made by the priest Miguel Hidalgo in 1810 to begin the struggle for independence against Spain on September 07, 2013 in Mexico City, Mexico. (Photo by Annick Donkers/LatinContent/Getty Images)

Por Juan Sánchez Mendoza 

Han transcurrido, ya, más de dos siglos de haberse proclamado la lucha independentista –que le permitiera al pueblo mexicano sacudirse el yugo opresivo de los españoles y construir una República–, pero todavía no se alcanzan los objetivos superiores que permitan a México destacar en el concierto regional e internacional como un país libre y soberano.

Esa tarea de ningún modo es sencilla lograrla, dada la hegemonía que establecen las naciones cuyas economías imponen y marcan el crecimiento y desarrollo de manera planetaria, subordinando a los países menos desarrollados y pobres.

En el contexto de la globalización y dada la cercanía de México con los Estados Unidos de Norteamérica, el concepto de independencia pasa a ser un asunto que nos remite a la historia y los héroes –sólo eso, en estricto apego a la verdad–, aunque persiste la legítima aspiración de sobresalir y dejar de ser un país del tercer mundo, como es la pretensión de todos los compatriotas bien nacidos.

En el plano internacional, el término de moda es interdependencia.

Y esa misma expresión alude las múltiples y variadas relaciones establecidas de manera necesaria con los vecinos cercanos y lejanos, en aras de una conveniencia mutua.

También existe una serie de mecanismos e instituciones que se han consolidado en la nueva era de la globalización y están al servicio de las naciones ricas. Por ejemplo, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Estos organismos siempre marcan la pauta a seguir. Y son el brazo diplomático de la fuerza imperial.

La otra cara de la intervención encubierta.

Subordinación forzada 

México, no obstante haber diversificado sus relaciones con las naciones del orbe a lo largo de su historia, sigue moviéndose en la órbita estadounidense.

Su condición de país subordinado propicia que los ‘americanos’ insistan en apropiarse de nuestros recursos naturales, merced a su voracidad, a la vez que incrementan su influencia sobre diversas áreas de la economía nacional.

No se puede negar que el mexicano es un pueblo dependiente de los vecinos del norte en tecnología, inversión y comercio.

De igual manera estamos subordinados en lo que respecta a las importaciones de nuestros productos primarios, pues allende el río Bravo determinan que, cuándo y cómo vendernos insumos.

Esto demuestra que la balanza comercial es a favor, en mucho, de los gringos, pese al nuevo tratado T-MEC.

Lo peor del caso es que la usura internacional y algunos políticos de la Unión Americana ya exhibieron la tentación de querer intervenir en asuntos de política interna y exterior –además de participar en el reparto del petróleo y/o sus dividendos al amparo de la reforma energética–, con el pretexto de la defensa de sus intereses, arrogándose así la facultad de ser árbitros de la democracia y la libertad en cualquier parte del mundo.

Es algo que no toleramos los mexicanos, pese a las innegables diferencias que existen entre las fuerzas políticas que se mueven al interior del país y en más de una ocasión han amenazado la estabilidad social y política, pese al profundo daño que hacen a nuestra Nación con sus constantes escaramuzas.

Legado desatendido 

Conjuntamente y en lo particular, coincidimos en no saber defender lo que generaciones anteriores nos legaron para darle sentido al vocablo Independencia.

Pero con todo y los tropiezos que tenemos y las evidentes carencias que impiden un justo desarrollo a nivel nacional, al momento en que se percibe en riesgo la soberanía, la paz y la libertad, las diferencias internas se atenúan y se antepone el interés superior de México.

Sin embargo, tampoco se puede soslayar el hecho de que en casa tenemos fuerzas retrógradas que trabajan denodadamente para entregar la plaza a intereses externos.

Afortunadamente son una minoría de apátridas que no han podido contaminar a la gran mayoría de los mexicanos.

Conmemoraciones 

Las conmemoraciones del mes patrio –así se le llama a septiembre–, iniciaron el domingo 13 para rememorar la defensa que los Niños Héroes hicieron del Castillo de Chapultepec en 1847, durante la guerra entre México y los Estados Unidos.

Prosiguieron este día 15, al emularse en todo el territorio nacional y más allá de nuestras fronteras el Grito de Dolores, que en 1810 diera don Miguel Hidalgo y Costilla para iniciar el movimiento independentista contra la monarquía española.

Y le recuerdo que hay en puerta otra fecha significativa, que nadie debiera soslayar por su importancia.

El día 27, pues en 1821 se consumó la lucha libertaria. O sea, hace 199 años.

Por tanto, es conveniente que en las escuelas se precise que el día 15 se recuerda sólo el inicio de la gesta heroica –la que en realidad dio comienzo el 16 de septiembre por la mañana–, pues de otra forma se estaría confundiendo a nuestros niños y jóvenes.

Recurro a esta acotación sin más afán que dejar asentadas algunas fechas que por desconocimiento histórico, omisión o deliberadamente, no consideran quienes elaboraron y corrigieron los libros de texto gratuitos que, Usted bien sabe, lucen plagado de errores.

Y todavía así los repiten los maestros de costa a costa y de frontera a frontera.

En fin… ningún daño les hace hojear de vez en cuando alguno de los textos que sobre la historia de México han escrito autores que jamás fincaron su pasado, presente y futuro, en la administración pública de los tres órdenes gubernamentales.