Por Juan Sánchez-Mendoza

Durante su gira de trabajo por Matamoros y Reynosa, el presidente Andrés Manuel López Obrador seguramente evitará reuniones con la militancia de Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), pero no pronunciamientos político-electorales, pues éste ha sido un tema recurrente en sus recorridos por diversas entidades del país.

Su agenda de este día sólo contempla poner en marcha un programa de mejoramiento urbano, acompañado del gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca, y del presidente municipal de Matamoros; y la de mañana: conferencia de prensa, reunión de Seguridad Pública e inauguración de obras, también acompañado del mandatario estatal y la alcaldesa Maki Esther Ortiz Domínguez.

Por cierto no se descarta que sostenga una reunión privada con el jefe del Ejecutivo estatal.

En el ínter, azuzados por los alcaldes Mario López Hernández y Adrián Oseguera Kernion –Matamoros y Madero, respectivamente–, así como por el ‘súper delegado’ José Ramón Gómez Leal y el diputado federal Erasmo González Robledo, algunos contingentes morenistas tratarían de hacerse escuchar en su intención de que el mandatario incline la balanza partidista en favor de Bertha Elena Luján Uranga o el diputado federal Mario Delgado Carrillo, en el proceso para renovar la dirigencia nacional.

Ojalá y no, pues eso podría marcar el inicio de su derrumbe como partido político. Y es que conforme se reducen los tiempos para la elección, crecen las diferencias entre los grupos que se disputan la presidencia y secretaría general.

Incluso jugando sucio o queriendo sacar ventaja de sus cargos.

Previendo que esto sucedería Andrés Manuel López Obrador adelantó hace meses que de echarse a perder el membrete él renunciaría. Y pediría cambiarle el nombre, por ser el distintivo de la llamada cuarta transformación.

Su primera advertencia fue cuando dijo: “el gobierno no favorecerá a ninguna fuerza política y tampoco meterá las manos en las elecciones de partido. No se va a utilizar al gobierno, ni su presupuesto… y los servidores públicos que participen, van a tener que renunciar”.

Luego insistió: “Sería algo nefasto que nosotros, que hemos luchado durante tantos años y padecimos de tantos fraudes y de tanta injerencia del Gobierno en asuntos internos de nuestros movimientos y nuestras organizaciones políticas repitiéramos esas mismas conductas… no aspiramos a ser un partido de Estado”.

Y recalcó: “El servidor público que intervenga en el proceso interno de Morena va a ser despedido”; hasta juzgado en caso de utilizar los recursos públicos para el proselitismo.

Para ello, anunció, pedirá la colaboración de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade).

Acá en Tamaulipas hay funcionarios públicos que no han entendido su mensaje, como José Ramón Gómez Leal (el ‘súper delegado federal’) y por supuesto los alcaldes de Madero y Matamoros (Adrián Oseguera Kernion y Mario López Hernández, respectivamente), quienes operan abiertamente en favor de Bertha Elena Luján Uranga, porque le apuestan a que brinque de la presidencia del Consejo Político Nacional a la dirigencia partidista.

Claramente causándole irritación a Yeidckol Polevnsky Gurwitz –cuyo nombre original es: Citlalli Ibáñez Camacho–, quien ha perdido credibilidad en los 43 municipios del estado por haber impuesto candidatos perdedores en el proceso electoral inmediato.

Alejandro Rojas Díaz Durán, otro de los aspirantes al relevo, mantiene fuerte presencia en el estado, aunque su locuacidad empieza a cansar a la raza que todavía cree en López Obrador porque como ‘chivo en cristalería’ le tira a todo, aunque es el único que se ha enfrentado a la dupla Luján-Polevnsky y al diputado Delgado Carrillo, en su insana obsesión de orientar el proceso interno.

Así el pleito de las tribus partidistas.

¿AMLO caerá en su juego?