Por Eusebio Ruiz Ruiz

“El pajarero y las aves” y “El buitre y las otras aves”, son dos fábulas escritas por Esopo, fabulista del siglo VI a.C., narraciones muy breves, escritas en un espacio menor a una cuartilla, su lectura trajo a mi mente muy malos pensamientos, no los pude evitar, y es que, como decía Santa Teresa de Jesús: “La imaginación es la loca de la casa”, por supuesto que esta gran mujer no se refería a la imaginación creativa y de gran utilidad.
Tómese su tiempo, siéntese, relájese, lo que hoy le voy a compartir son las dos fábulas y mis malos pensamientos.
Resulta que las aves, al pie de un árbol, cantaban alegremente, muy felices brincaban de un lado a otro, era un hermoso día de primavera. El señor pajarero, un hombre entrado en años, de blanca caballera y con experiencia en el oficio, preparaba las redes para cazarlas, aventaba a la tierra una buena cantidad de granos, alimento irresistible; además contaba con una ave amaestrada que, con su canto podía atraer a otras de su especie.
Las aves, sencillas y a la vez ignorantes, se creían de aquel hombre, al que calificaban como bondadoso, lo veían como su guardián, creían que las protegía, que se preocupaba por ellas y que hasta nido, alimento y sustento diario les proporcionaba, todo para que vivieran en la comodidad. Una de las aves, más experimentada por haber caído alguna vez en las redes de otro pajarero, les dijo:
“¡Que tontas son, aves sencillas, que no saben que este hombre las engaña! Huyan de él y obsérvenlo, y verán que si llega a atrapar a alguna de ustedes o a todas será para arruinarles la vida.
En la medida que iba leyendo, los malos pensamientos surgían, la “loca de la casa” hacía su labor, no podía escapar de ella, y pensé:
El pajarero es “ya sabes quién”.
El ave amaestrada, que atrae con su canto a las demás, hoy tiene nombre de mujer y tiene un canto muy bonito que dice: “Por amor al pueblo”, mientras se lleva la mano derecha al lado izquierdo de su pecho, a su corazón y en su rostro opaco, seco, agrio y frío, aparece una sonrisa trabajada, de esas que sirven para transformar la imagen, no a la persona. Eso de amor al pueblo es muy abstracto, cuando se ama, es en concreto; usted es parte del pueblo, ¿de verdad cree que lo ame?
Las aves representan a todo un pueblo, están contentas por la aparente situación de bonanza en que viven, la apariencia las ciega, en realidad están en grave peligro, si las cazan se les acabó su libertad para volar, serán aves de corral, destinadas al matadero.
Las aves se encuentran en un radiante día primaveral, quizás muy cerca del 2 de junio, están a punto de ser atrapadas, pero no se dan cuenta, en ellas reina la ignorancia.
Los granos que el pajarero avienta a las aves, reciben el nombre de “apoyos sociales”.
El ave experimentada representa a los miles de venezolanos y de otras nacionalidades, que vienen huyendo de su lugar de origen, con su paso por el territorio mexicano nos advierten y nos dicen: “Si siguen creyéndole al pajarero y al ave amaestrada, como nos ven, se verán, esto es lo que les puede pasar”.
Por el consejo de uno se pueden librar muchos, el buen consejo nunca se debe despreciar, es la moraleja.
En “El buitre y las otras aves”, se lee: Fingiendo un buitre que quería celebrar el día de su nacimiento, convidó a las otras aves menores a cenar; pero cuando las tuvo dentro de su cueva, cerró la entrada comenzó a matarlas no dejando ni una viva.
La enseñanza de la fábula es que cuando un poderoso deleita y convida, debemos cuidarnos para no caer en sus engaños.
Sin querer me acordé de ciertas frases agradables y adormecedoras que salen de la boca de nuestro pajarero: «Por el bien de todos, primero los pobres», “…yo soy el guardián de los dineros del pueblo”, “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, “Deseo que el pueblo siempre tenga las riendas del poder en sus manos. El pueblo pone y el pueblo quita y es el único soberano al que debo sumisión y obediencia.” El pajarero habla palabras bonitas, ¿usted cree que son reales?
Por los años 80, Don Enrique Flores Solís, mi maestro y formador en la juventud, me decía: “Piensa mal y acertarás”.