Por: Eusebio Ruiz Ruiz.

Fin de un año e inicio de otro, a estos dos momentos se unen las fiestas tradicionales de la Navidad, para la mayoría de las personas es una época agradable, para otros no tanto, depende mucho de las experiencias que se tengan. De cualquier manera, son unos días que nos pueden servir de reflexión personal, convivencia, fortalecimiento de la amistad e integración familiar.

Aprovechando estos benditos días del año, quiero compartirle a usted apreciadísimo lector algunas palabras que sirvan de reflexión en torno a la familia, que, en voz del periodista español, Arturo Cuyás, es uno de los tres pilares para todo sano desarrollo, los otros dos según el escritor son Dios y la patria.

En el libro “Sed hombres, sed fuertes”, de Alberto Moreno Casas, leí algunos datos sobre estudios realizados a dos familias, interesante es lo que encontré y que dejo a su consideración.

Albert Edward Winship, educador y periodista, comenta la historia familiar de Jonathan Edwars y su esposa Sarah Pierrepont, este matrimonio, según narra el estudio, se caracterizaba por la formación y la vivencia de principios cristianos, herencia transmitida a sus hijos y que llegó a otros descendientes.

Winship rastreó a la descendencia de J. Edwards y Sarah. El Estudio en Educación y Herencia (1900) abarcó a las generaciones en un lapso de casi 150 años, después del fallecimiento de Jonathan; 729 descendientes fueron los estudiados, entre ellos: 1 Vicepresidente de EE. UU., 3 Senadores, 3 gobernadores, 3 alcaldes, 13 presidentes universitarios, 30 jueces, 60 doctores, 60 autores de interesantes y buenos libros, 65 profesores universitarios, destacando un decano de una escuela de derecho y otro de una facultad de medicina, 75 oficiales del ejército, 80 titulares de cargos públicos, 100 abogados, 100 predicadores y/o misioneros, más otros con diversos títulos universitarios, y únicamente un nieto que al parecer tuvo algo de “oveja negra”.

Se dice que la práctica de las creencias religiosas y morales del matrimonio de Jonathan y su esposa, el arduo trabajo, el buen uso de la inteligencia, el carácter y la disciplina influyeron positiva y determinantemente en la formación, no sólo de sus hijos, sino también en sus demás descendientes. Es incuantificable el aporte de esta familia a su país. El segundo estudio: “The Jukes: A Study in Crime, Pauperism, Disease and Heredity”, lo llevó a cabo el sociólogo estadounidense Richard Louis Dugdale, su investigación fue entorno a Max Jukes y su descendencia.

Se dice que Max fue un hombre que no aceptó los principios cristianos, además de ser alcohólico, ocioso, irreverente y carente de educación, su mujer era algo similar, al menos en cuanto al rechazo de los valores cristianos.

Fueron 1026 los descendientes estudiados de Jukes, entre ellos: 310 indigentes, 300 murieron prematuramente, 100 fueron enviados a la penitenciaría para cumplir condenas de un promedio de 13 años, más otros 50 convictos, 190 prostitutas, 440 alcohólicos fueron destrozados físicamente a causa del vicio, 60 ladrones y 7 asesinos.

No se tiene el dato de que los descendientes de Max aportaran algún beneficio a la sociedad, en cambio sí se tiene el registro de que le costaron al estado alrededor de 1, 300, 000 dólares.

De sobra sabemos que en una familia no todos son “ovejitas blancas” ni todos son “ovejitas negras”, hay de todo, aunque siempre hay algo que predomina.

También es de nuestro conocimiento que los principios inculcados y practicados en la familia tienen su efecto en la sociedad.

La familia es la célula básica de la sociedad, es la escuela en donde se pueden conocer y practicar las virtudes, es en donde se crea el ambiente propicio para crecer física, intelectual, espiritual, moral y socialmente, se trata de un ambiente natural en donde nacemos y nos desarrollamos.

Importante y trascendente es la familia, razón por la que debemos cuidarla, fortalecerla, amarla y respetarla; así lo requiere la sociedad actual. El bien de la familia está vinculado al bien de la sociedad; si la familia se deteriora, se desintegra o se desploma, la sociedad sufre y se vuelve un caos. Obvio que para esto debemos de pensar en matrimonios inquebrantables y no en esos matrimonios endebles que caracterizan a nuestra época.

Trabajar en favor del matrimonio y de la familia, es trabajar en beneficio de la sociedad.

No está de más dejar que Dios entre a nuestros hogares, después de todo hace mucha falta la Luz que destruye las tinieblas en que viven muchas familias.

Para finalizar vale la pena un cuestionamiento: ¿Cómo quiere que sea su descendencia?, ¿cómo la de Jonathan Edwars y su esposa Sarah o como la de Max Jukes?