Por Juan Sánchez Mendoza

 

La propagación del coronavirus en México, sitúa al país como el quinto con más muertes a nivel mundial.

Por encima de Francia y España, al acumular más de 32 mil decesos reconocidos, pero hay presunciones de que esta cifra, en realidad, es triple.

No obstante, las estadísticas de la Secretaría de Salud federal marcan una disminución de contagios y muertes.

¿Por así convenir a la autoridad o simplemente disfrazar el problema?

Lo cierto, es que la medición de la Universidad Johns Hopkins no tiene vuelta de hoja (por la seriedad con que se conduce), y así lo reconoce José Luis Alomía Zegarra –director general de Epidemiología de la Secretaría de Salud (federal)–, al aceptar que el problema ha rebasado a las autoridades y nuestra nación se halla al borde del colapso.

Es decir, en la antesala de un expiación poblacional.

Significa esto que, de continuar la propagación de la pandemia, habría muchos más muertos en nuestro país, más que en todo el mundo, pues en escasos días se ha multiplicado la cifra de infectados hasta el grado de ser ahora el séptimo país que supera la cifra de personas contagiadas.

En el ‘top five’ aparece Estados Unidos con más de 131 mil muertos y le siguen Brasil –al acariciar los 70 mil–; el Reino Unido, con casi 45 mil, e Italia, cuya tasa de mortandad por Coivd-19 es hasta la fecha de +/- 35 mil.

México se ubica en el quinto sitio, y, según las estadísticas que ofrece la Secretaría de Salud –ya no por medio del subsecretario Hugo López-Gatell Ramírez–, cada día surgen en todo el territorio nacional más muertos y contagiados.

¡Ah!, pero eso sí, operando el semáforo naranja en la mayoría del territorio nacional.

 

Reynosa, ¡bah!

En esta localidad fronteriza del noreste, cuya población rebasa los 750 mil habitantes, la alcaldesa Maki Esther Ortiz Domínguez no sabe qué hacer a fin de evitar la propagación del Covid-19.

Simple y llanamente porque desde que se manifestó el coronavirus en territorio nacional, durante su propagación y presencia aquí en el estado, la señora desestimó su gravedad.

Inclusive, cuando se marcó la alerta estatal, ella mostró negligencia, al respecto, atendiendo su preocupación primaria de promover a su hijo, Carlos Peña Ortiz, como prospecto a relevarla en el cago.

Se peleó con los vendedores ambulantes y eloteros, al proponer que se les cobrara un impuesto; e incluso desatendió recomendaciones gubernamentales para vigilar, sin invertir un solo peso de las arcas municipales, que se aplicaran las prevenciones sanitarias.

Muy ufana, la alcaldesa dijo que en Reynosa no habría coronavirus.

Y hasta retó a las autoridades federales y estatales porque, según ella, la epidemia era puro rollo y no trastocaría sus actividades.

Se ensoberbeció más cuando una empresa encuestadora la ubicó en segundo lugar –aceptándolo con ‘bombo y platillo’–, pero de repente figuró en el primer lugar tan anhelado:

El contagio de coronavirus.

Ya tiene la posición primera, pero no sabe, ignora, desconoce cómo y qué hacer para borrarla en su hoja de servicios, sin salir a la calle a operar. Y no lo hace, advierto, porque las palabras fuertes están a flor de labio entre sus gobernados.

Al final de cuentas, Maki refrenda su primer lugar en:

a) Propagación del coronavirus;

b) Inseguridad;

c) Opacidad en sus funciones administrativas;

d) Problemas con el Cabido;

e) Protección a las actividades leoninas de su marido;

f) Animadversión de vendedores ambulantes;

g) Rechazo de los empresarios locales; y

h) Diferencias marcadas con el Gobierno estatal.